La Ruta de los Balleneros de Trasvía en Cantabria

Aunque para muchas personas pueda parecer descabellado, hubo una época en la que la caza de ballenas fue el motor principal de la economía de algunas zonas de España. Sucedió hace muchos siglos, pero la historia de algunos pueblos sigue ligada a esta práctica que la Comisión Ballenera Internacional (CBI) prohibió en su aspecto comercial en 1986. La costa cantábrica fue el principal punto de caza de cetáceos y hay entidades que organizan actividades explicativas como puede ser la Ruta de los Balleneros de Trasvía, en Cantabria.
Una ruta guiada muy didáctica

La Ruta de los Balleneros de Trasvía está dirigida por la Red Cántabra de Desarrollo Rural o Naturea Cantabria, en su nombre más conocido. Transcurre por el Parque Natural de Oyambre, en el límite noreste, muy cerca de la famosa localidad de Comillas. Es un camino accesible para casi todo el mundo y permite conocer el lugar de una manera didáctica y agradable para la vista.
Para participar es necesario hacer una reserva. Las rutas se organizan, generalmente, una vez al mes y tiene un precio de siete euros. Se recomienda ponerse en contacto con la organización para conocer las fechas concretas a la hora de planificar la visita, así como el punto de partida, que no siempre es el mismo. De momento, según la organización, hay una ruta planificada para el próximo 23 de noviembre y otra para el 20 de diciembre (ambos de 2025).
El itinerario es circular y tiene una longitud de 6,35 kilómetros. Se completa en tres horas aproximadamente y su desnivel es de 100 metros. Según se avanza, transita sobre carretera, pista y camino, así que no hay peligro de toparse con tramos rocosos o arriesgados. Por supuesto, hay que llevar calzado adecuado, ropa cómoda que se adapte a la meteorología, agua y bastón de senderismo si se necesita.
Qué se puede observar en la ruta de los Balleneros de Trasvía

Uno de sus principales atractivos de la Ruta de los Balleneros de Trasvía es la panorámica que se obtiene de la Zona de Especial Conservación (ZEC Rías occidentales) y de la duna de Oyambre. En ella se puede comprobar cómo los temporales y la mano del hombre –quizá lo primero esté relacionado con lo segundo– afectan al territorio, ya que la duna se ha retraído con el paso de los años.
Durante el recorrido también se puede observar el enclave en el que se forma la ría de la Rabia, en la desembocadura del río Turbio y de la ría Capitán. Esta última se desecó hace décadas con la construcción de un dique que se abrió en 2009 y permitió que pasara el agua salada. Así, se secaron los eucaliptos que habían crecido y crecieron unas nuevas vegetaciones relacionadas con la marisma. De esta forma, llegaron diversas especies de aves como el águila pescadora, los cisnes y garzas reales, entre otras. Los aficionados a la ornitología disfrutarán mucho en la ruta porque además de las mencionadas, es posible observar gaviotas patiamarillas, tarabillas, jilgueros o cormoranes moñudos.

En los acantilados que se observan en el recorrido se puede conocer una actividad típica de la zona que aún a día de hoy practican los agricultores y ganaderos del lugar: la recogida de la caloca. Es el nombre con el que se conoce al alga gelidium, esa que muchas veces aparece en las orillas del Cantábrico y molesta a los bañistas. Muchos de ellos no sabrán que esa caloca se recoge con una máquina, que aunque sea arcaica funciona sin problema, para secarla posteriormente y venderla para la creación del agar-agar (un ingrediente que se utiliza en la cocina o en la biología molecular, entre otros).
Al regresar al municipio, es interesante visitar su iglesia del siglo XVIII, consagrada a San Andrés, así como descubrir la peculiaridad de sus casas con los Picos de Europa como telón de fondo. Por supuesto, nunca está de más acercarse a Comillas, que está a solo dos kilómetros, y ver sus tesoros modernistas como El Capricho de Gaudí o su cementerio con la icónica escultura de El ángel exterminador.
Pueblos balleneros
Como se comentaba al principio, la caza de la ballena parece una locura cruel a día de hoy, pero en el norte del país fue una práctica normal entre los siglos hasta el siglo XVIII e incluso más allá. Desde lo alto de los acantilados se oteaba hasta que los animales se dejaban ver y los cazadores les lanzaban arpones que los mantenían a flote y los paralizaban hasta que llegaban a ellos vía marítima.

En Asturias son populares por su tradición ballenera algunos pueblos como Luanco, Tapia de Casariego, Luarca, Tazones y Puerto de Vega. En Cantabria, además de Comillas, el principal punto de referencia de la pesca del cetáceo es Castro Urdiales, en cuyo escudo aparece una ballena dibujada. En Galicia tampoco se quedaron atrás y hay puertos como el de Caión y el de Malpica, que son conocidos por su pasado ballenero.
Pero posiblemente sea en el País Vasco donde más se desarrolló esta actividad o, al menos, son los que han mantenido su fama a lo largo de la historia. Durante el siglo XVI fueron referencia en este campo: desde los puertos de Vizcaya y Guipúzcoa salían a buscar ballenas francas primero por el Cantábrico y más tarde, cuando entre ellos y otros balleneros extranjeros acabaron con todos los ejemplares, partieron hacia lugares más lejanos como Terranova.
Algunos de los pueblos con más actividad fueron Lekeitio, Orio o Getaria y se dice que el puerto de San Sebastián fue el principal puerto ballenero del mundo (se dice, no se afirma, ojo). Pero aunque los vascos se labraron la fama, no fueron ellos quienes apresaron la última ballena en aguas españolas. Fue justo antes de que entrase en vigor la prohibición de la CBI y sucedió en Galicia: 21 de octubre de 1985, el arponero Miguel López Pérez cazó una rorcual común en la playa de Caneliñas, en A Coruña, y puso fin a la actividad ballenera en el país.
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.