Declive muscular y envejecimiento – Fisiología del Ejercicio

El envejecimiento conlleva un deterioro progresivo de los sistemas fisiológicos, especialmente del sistema neuromuscular, lo que afecta la capacidad funcional de las personas mayores. Dentro de los parámetros que reflejan esta función, la potencia muscular —entendida como la capacidad de generar trabajo mecánico por unidad de tiempo— se considera un marcador clave de la salud neuromuscular y de la funcionalidad. Diversos estudios han demostrado que la potencia relativa (potencia normalizada por masa corporal) es un indicador más relevante que la potencia absoluta, ya que refleja mejor la capacidad de ejecutar actividades cotidianas donde se debe movilizar el propio peso corporal, como levantarse, caminar o subir escaleras.
La pérdida de potencia muscular, conocida como powerpenia, ocurre con mayor rapidez que la pérdida de masa muscular, fuerza o capacidad aeróbica. Datos longitudinales han mostrado que la potencia disminuye un 0.6% anual a partir de los 30 años, llegando al 2–3% anual después de los 60–70 años. Este deterioro está estrechamente asociado con la aparición de limitaciones de movilidad, fragilidad, discapacidad e incluso mortalidad, siendo un marcador clínico más predictivo que la sarcopenia.
Hasta la fecha, la mayoría de los estudios sobre cambios longitudinales de potencia muscular han utilizado instrumentos costosos y complejos (plataformas de fuerza o dinamómetros isocinéticos), limitando su aplicación en entornos clínicos. No obstante, el desarrollo de una ecuación validada por Alcázar y colaboradores permite estimar la potencia muscular mediante el test de levantarse y sentarse (STS, sit-to-stand), una prueba sencilla, portátil y económica. A partir de esta ecuación, la potencia relativa derivada del STS (STSpower) se presenta como una herramienta útil para monitorizar la función muscular en mayores.
Aunque los estudios transversales han demostrado que la potencia relativa medida con el test STS declina a razón de 1.4–1.5% anual entre los 50 y 80 años y más del 2% después de los 80, no existían estudios longitudinales que evaluaran este parámetro durante varios años, ni se conocían con precisión los factores que determinan su descenso. En este contexto, el estudio de Baltasar-Fernández et al. tuvo tres objetivos principales:
- Analizar los cambios longitudinales de la potencia relativa medida por el test STS durante ocho años en adultos mayores.
- Determinar los factores que contribuyen a su declive, distinguiendo entre la pérdida de potencia específica, la masa muscular de las piernas y los cambios en la composición corporal.
- Examinar la relación entre los factores de estilo de vida (actividad física, tiempo sedentario, medicación, tabaquismo) y la evolución de la potencia relativa en hombres y mujeres mayores.
El estudio incluyó 565 adultos mayores (143 hombres y 422 mujeres) de 65 años o más, participantes del proyecto multicéntrico EXERNET, seguidos durante un promedio de ocho años. Se evaluó la potencia relativa (W/kg) mediante el test STS de 30 segundos, utilizando la ecuación de Alcázar. Además, se midieron la masa muscular de las piernas, la masa grasa, y la masa libre de grasa por bioimpedancia eléctrica.
Los participantes fueron clasificados según si su potencia relativa había disminuido, mantenido o aumentado, considerando diferencias clínicamente relevantes (MCID). También se registraron variables de estilo de vida (horas caminando o sentados, consumo de medicamentos, tabaquismo, hipertensión). Se aplicaron modelos estadísticos mixtos y regresiones logísticas para analizar los determinantes del cambio de potencia.
En promedio, la potencia relativa STS disminuyó significativamente en ambos sexos:
- Hombres: −11.8% en 8 años (1.6% anual)
- Mujeres: −8.0% en 8 años (1.1% anual)
Las pérdidas fueron mayores en personas ≥75 años (≈2% anual) respecto a los grupos de 65–69 años. En torno al 50% de los participantes experimentó un descenso clínicamente relevante en potencia relativa, mientras que un 35% la mantuvo y un 15% la mejoró.
El 95% del declive de la potencia relativa se debió a la disminución de la potencia específica (potencia por unidad de masa muscular de las piernas), mientras que la pérdida de masa muscular solo explicó un 5%. Los incrementos en masa grasa contribuyeron mínimamente, y únicamente en varones de 65–69 años.
En cuanto a los factores de estilo de vida, la toma de medicación se asoció a un mayor riesgo de pérdida de potencia en mujeres (OR = 1.87) y mostró tendencia en hombres. El tiempo sedentario (>5 h/día) también tendió a relacionarse con mayor pérdida de potencia en mujeres (OR = 1.73).
Los resultados confirman que el declive de la potencia relativa con la edad es significativo, pero difiere entre sexos y grupos etarios. En hombres, la pérdida tiende a estabilizarse en edades muy avanzadas, mientras que en mujeres se acelera progresivamente con el envejecimiento. Este hallazgo concuerda con estudios previos que sugieren un patrón de declive más continuo en mujeres, posiblemente asociado a factores hormonales y de composición corporal.
El análisis de los componentes que explican esta pérdida revela que el deterioro neuromuscular (powerpenia) es el principal responsable, más que la reducción de la masa muscular. Las pérdidas de potencia específica reflejan cambios en la calidad y funcionalidad del músculo: menor activación neural, menor frecuencia de disparo, reducción del número de motoneuronas, cambios en la composición de fibras (transición de tipo II a tipo I), menor rigidez tendinosa y acortamiento de los fascículos. Todo ello conduce a una menor capacidad de generar potencia rápida, aunque la masa muscular se conserve parcialmente.
La pérdida de masa muscular de las piernas fue modesta (0.3% anual en hombres y 0.1% en mujeres), lo que refuerza que la potencia depende en gran parte de factores neuromecánicos y no únicamente estructurales. Este resultado coincide con investigaciones previas que muestran una disociación entre masa muscular y función, donde la potencia y la velocidad de contracción son mejores predictores de discapacidad que la cantidad de músculo.
Respecto a la composición corporal, el aumento de la masa grasa no tuvo un papel relevante salvo en hombres más jóvenes. En los mayores de 70 años predominó una ligera reducción de masa corporal y grasa, lo que sugiere que el envejecimiento conlleva una redistribución más que un aumento global del tejido adiposo.
Un hallazgo destacable es que no todos los adultos mayores pierden potencia: más de un tercio la mantiene y un 17% incluso la mejora. Esto indica que existen factores modificables que pueden influir en el mantenimiento de la función neuromuscular, entre los cuales destacan el nivel de actividad física y la gestión farmacológica.
El consumo de medicamentos aparece como un factor de riesgo potencial. Diversos fármacos de uso común en mayores —antiinflamatorios, psicotrópicos o sedantes— pueden afectar la contracción muscular, la coordinación y el sistema nervioso central, contribuyendo al deterioro funcional. Aunque el estudio no detalla los tipos de fármacos, los resultados apoyan la necesidad de revisar periódicamente los tratamientos en personas mayores.
El sedentarismo prolongado (>5 h/día sentado) también se asoció a mayor pérdida de potencia en mujeres, lo que sugiere que reducir el tiempo sentado podría ser una estrategia eficaz de preservación funcional. No obstante, caminar una hora diaria no pareció suficiente para prevenir la pérdida de potencia, lo que apunta a la necesidad de incluir actividades de mayor intensidad o entrenamiento de fuerza y potencia (como el entrenamiento de alta velocidad) en los programas para personas mayores.
Por otro lado, las mujeres fumadoras mostraron mayor tendencia a ganar masa grasa, lo que, unido a los efectos metabólicos del tabaco, podría agravar la pérdida de potencia relativa y aumentar el riesgo de enfermedades metabólicas. Sin embargo, la baja proporción de fumadores limita la solidez de esta conclusión.
En conjunto, los resultados refuerzan la idea de que el mantenimiento de la potencia relativa (W/kg) debería ser un objetivo prioritario en el envejecimiento saludable, incluso por encima del mantenimiento de la masa muscular. La potencia relativa se ha mostrado más predictiva de discapacidad, fragilidad y mortalidad que la sarcopenia tradicional, y comienza a deteriorarse antes que la masa muscular. Por tanto, su evaluación sistemática mediante pruebas simples como el test STS podría integrarse en la práctica clínica rutinaria.
Conclusiones
- La potencia relativa disminuye con la edad a razón de 1–2% anual, siendo mayor en hombres y en personas de más edad.
- En torno al 50% de los mayores experimenta un declive clínicamente relevante en ocho años, aunque una proporción considerable logra mantener o mejorar su rendimiento.
- La pérdida de potencia específica es el factor determinante principal (~95%), mientras que la masa muscular y la masa grasa contribuyen mínimamente.
- La toma de medicamentos y el sedentarismo prolongado se asocian con un mayor riesgo de pérdida de potencia, especialmente en mujeres.
- Se recomienda priorizar el entrenamiento de fuerza y potencia, junto con estrategias para reducir el sedentarismo y optimizar la prescripción farmacológica en adultos mayores.
- La evaluación periódica de la potencia relativa mediante el test STS podría convertirse en una herramienta clínica fundamental para detectar precozmente el deterioro funcional asociado al envejecimiento.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/10/Changes-and-major-determinants-of-relative-muscle.pdf
Referencia completa:
Baltasar-Fernandez I, Alcazar J, Gómez-Cabello A, Moradell A, Pedrero Chamizo R, Alegre LM, Villa-Vicente JG, Gusi N, González-Gross M, Casajús JA, Vicente-Rodríguez G, Ara I. Changes and major determinants of relative muscle power loss in older adults: results from an 8-year longitudinal study. Eur J Appl Physiol. 2025 Oct 15. doi: 10.1007/s00421-025-05947-3.