octubre 19, 2025

¿Cuál juega mejor? ¿Quién será el campeón?

Ala hora de leer estas líneas solo cuatro habrán sobrevivido al paso de esa máquina de destrucción que ha sido el Mundial de Clubes, una estupenda idea que al paso de los días se ha ido metiendo en el gusto popular y ya hasta enciende acaloradas discusiones y establece diferencias entre los habitués del fútbol.

No han sido pocos los partidos y mucho más, obviamente, las jugadas para llevarlas en la memoria. Por eso hacer un inventario de lo que ha sido y podría haber forjado este encuentro ha de tratarse de un ejercicio de memoria que puede llegar a confundirnos: los estilos, las diversas concepciones del juego también se enredan en la maraña de las preferencias. Por eso y para poder apartar “la paja del heno”, como a menudo se dice, habría que dejar en los armarios de las emociones aquel sentimentalismo para tener una preferencia.

Particularmente, y al margen de los sucesos de los cuartos de final, me he sentido identificado en la tranquilidad y en la fe del Fluminense. Su propuesta es fiel a su paradigma de fútbol, y no ha habido fuerza humana que lo haga salir de sus cabales. No sé, quién lo va a saber, si pueda llegar a la gran decisión del 13 de julio, pero siento que nos ha dejado un sabor dulce y una vuelta a los puntos de partida.

También el Al-Hilal, un grupo de jugadores temerarios que por su atrevimiento vale la pena seguir. Ante el Manchester City no solo enseñaron aquel arrojo de locos, sino que desnudaron a un club orgulloso de su superioridad. El lenguaje de los árabes nos habla de las leyes de la vida, aquellas que nos dicen que todo se puede intentar cuando se cree en una idea. Y el Al-Hilal creyó.

Y creer en él y en su equipo ha sido quien para este periodista ha sido el más elevado jugador mundialista: el uruguayo Federico Valverde. Su ir hacia adelante, su liderazgo en procura de metas ambiciosas, ha hecho que el fútbol le esculpa un pedestal de puro bronce. El número 8 del Real Madrid se ha tomado en serio su heredad: le correspondió asumir las responsabilidades de Toni Kross, y por el mismo sendero anda.

Y no se puede dejar en el cesto de los olvidos el calor de sofoco que, especialmente a los europeos, les ha hecho mermas en su juego. Recordemos a la Champions League: ¿fue igual el Manchester City aquel al que vimos ante el equipo de Riad? Revisemos: en el otro lado del Atlántico se juega desde septiembre, que es casi el inicio del otoño, hasta mayo o junio, antes de la llegada del verano; nunca bajo los temibles soles veraniegos que sí han encontrado en Estados Unidos.

Esta semana se abrirán los portones de la gran final, y aunque aún no conocemos cuáles serán los equipos que se jugarán la vida y el alma ese día, y como tampoco queremos jugar al quiromántico porque no hemos leído las manos de los jugadores, pensamos que en la cancha del MetLife Stadium de Nueva Jersey estarán…

Conquista de lo inconquistable

cada acto, jugar el Mundial de Clubes en Estados Unidos tiene un por qué. Desde los primeros albores de aquel fútbol, en los remotos días del Cosmos de Pelé, Carlos Alberto y Giorgio Chinaglia, se comenzó a fraguar la idea de la Major League Soccer.

La Fifa y los patrones del juego comenzaron a idear la manera de penetrar en la jungla del beisbol, baloncesto, fútbol americano y hockey.

Continuaron con el Mundial del 94, hasta llegar al del año próximo. Luego dibujaron en la geografía del país del norte el actual campeonato, y además le entregaron la repesca de marzo 2026. Todas estas alas desplegadas han tenido como finalidad conquistar lo que ha sido inconquistable: el gusto en el paladar del aficionado gringo. Dicen que el que persevera triunfa: vamos a ver si con el fútbol como ariete termina por ser verdad.

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