Ejercicio después de quimioterapia en cáncer de colon

Courneya KS, Vardy JL, O’Callaghan CJ, Gill S, Friedenreich CM, Wong RKS, Dhillon HM, Coyle V, Chua NS, Jonker DJ, Beale PJ, Haider K, Tang PA, Bonaventura T, Wong R, Lim HJ, Burge ME, Hubay S, Sanatani M, Campbell KL, Arthuso FZ, Turner J, Meyer RM, Brundage M, O’Brien P, Tu D, Booth CM; CHALLENGE Investigators. Structured Exercise after Adjuvant Chemotherapy for Colon Cancer. N Engl J Med. 2025 Jun 1. doi: 10.1056/NEJMoa2502760.
El cáncer colorrectal es el tercero más común y la segunda causa principal de muerte relacionada con cáncer a nivel mundial. En el caso del cáncer de colon, el tratamiento estándar para la enfermedad en estadio III y en casos de alto riesgo en estadio II consiste en una resección quirúrgica seguida de quimioterapia adyuvante (FOLFOX, CAPOX o monoterapia con fluoropirimidinas). A pesar de este tratamiento, entre el 20% y el 40% de los pacientes desarrollan recurrencia de la enfermedad. Además, tanto la cirugía como la quimioterapia generan efectos adversos que comprometen la calidad de vida y la funcionalidad física de los pacientes.
Estudios preclínicos han demostrado que el ejercicio puede inhibir el crecimiento tumoral, incluidos modelos de cáncer de colon. Asimismo, estudios observacionales han encontrado que una mayor actividad física recreativa posterior al tratamiento se asocia con una menor recurrencia del cáncer y una mayor supervivencia, incluso en pacientes con enfermedad en estadio III. Los mecanismos propuestos para explicar estos efectos incluyen la regulación de factores metabólicos, reducción de la inflamación y mejora de la función inmunitaria.
Sin embargo, estas evidencias provienen en su mayoría de estudios observacionales, los cuales tienen limitaciones metodológicas importantes y no permiten establecer una relación causal directa. En respuesta a esta necesidad de evidencia robusta, se diseñó el ensayo clínico aleatorizado fase 3 CHALLENGE (Colon Health and Life-Long Exercise Change) liderado por el Canadian Cancer Trials Group. El objetivo del estudio fue determinar si un programa estructurado de ejercicio iniciado después de la quimioterapia adyuvante mejora la supervivencia libre de enfermedad en pacientes con cáncer de colon.
Este ensayo representa la primera evidencia de nivel 1 que demuestra que el ejercicio estructurado, iniciado poco después del tratamiento adyuvante, mejora significativamente la supervivencia libre de enfermedad (DFS) y muestra resultados consistentes con una mayor supervivencia global (OS) en pacientes con cáncer de colon. El ejercicio redujo el riesgo relativo de recurrencia, aparición de un nuevo cáncer primario o muerte en un 28%. Las curvas de DFS comenzaron a divergir al cabo de un año y continuaron separándose durante el seguimiento de 10 años, con una diferencia absoluta del 6,4% en la supervivencia libre de enfermedad a los 5 años (80,3% en el grupo ejercicio frente al 73,9% en el grupo de educación sanitaria).
De manera similar, la supervivencia global fue mayor en el grupo que realizó ejercicio, con una reducción del 37% en el riesgo relativo de muerte y una diferencia absoluta del 7,1% a los 8 años (90,3% vs. 83,2%). Estos beneficios son comparables en magnitud a los obtenidos con tratamientos farmacológicos aprobados, lo que resalta la relevancia clínica del ejercicio como una intervención terapéutica.
El análisis detallado mostró que la mejora en DFS se debió principalmente a una menor tasa de recurrencia hepática (3,6% frente a 6,5%) y a una menor incidencia de nuevos cánceres primarios (5,2% frente a 9,7%), especialmente de mama, próstata y colorrectal. La mortalidad sin recurrencia ni nuevo cáncer primario fue similar entre grupos, lo que sugiere que los beneficios del ejercicio se deben a una mejora directa en los resultados oncológicos. Entre los posibles mecanismos se encuentran la mayor estimulación del sistema inmunológico, la mejora en la sensibilidad a la insulina, la reducción de la inflamación sistémica y la alteración del microambiente de los órganos propensos a metástasis.
La intervención logró su objetivo de aumentar la actividad física de intensidad moderada a vigorosa en al menos 10 MET-horas por semana, lo que equivale a 45–60 minutos de caminata rápida 3 o 4 veces por semana. Esta mejora se mantuvo durante los tres años del estudio. Además, se observaron mejoras significativas en la capacidad cardiorrespiratoria (VO2 máx estimado) y la función física objetiva, medidas con el test de marcha de 6 minutos, que son predictores bien establecidos de mortalidad general y por cáncer.
Cabe destacar que el grupo de educación sanitaria también experimentó mejoras, aunque de menor magnitud, lo que resalta las dificultades de evaluar intervenciones conductuales en ensayos clínicos y sugiere que los beneficios del ejercicio podrían haber sido incluso mayores si se hubieran comparado con un grupo totalmente sedentario.
En cuanto a la seguridad, no se identificaron señales inesperadas. Las tasas de eventos adversos musculoesqueléticos fueron mayores en el grupo de ejercicio (19% frente a 12%), lo cual es consistente con otros estudios sobre actividad física. Sin embargo, estos eventos fueron manejables y el 90% de ellos no se consideraron relacionados con la intervención. Además, el grupo de ejercicio reportó una mejoría sostenida en la función física autoinformada, según el cuestionario SF-36.
Existen algunas limitaciones en el estudio. La inclusión fue lenta y se extendió durante 15 años, aunque el tratamiento estándar no cambió significativamente en ese período. Se alcanzó solo el 58,9% del número previsto de eventos, lo que puede haber reducido la potencia estadística, aunque los efectos observados fueron clínicamente relevantes. Además, el estudio excluyó a pacientes con recurrencias tempranas, lo cual podría haber sesgado la muestra hacia pacientes con mejor pronóstico. También es importante mencionar que los pacientes del grupo de ejercicio tuvieron más contacto social con los consultores de actividad física, lo cual podría haber contribuido al beneficio observado, aunque este factor no ha demostrado en otros ensayos producir mejoras en la supervivencia. Por último, la actividad física se evaluó mediante recuerdo retrospectivo, aunque los resultados se respaldaron con mejoras objetivas en capacidad funcional.
A pesar de estas limitaciones, los resultados respaldan firmemente la incorporación del ejercicio estructurado en el tratamiento estándar del cáncer de colon. La intervención fue segura, factible y eficaz, y produjo mejoras tanto en la supervivencia como en la calidad de vida. No obstante, los autores advierten que el conocimiento por sí solo no será suficiente para cambiar los hábitos de los pacientes. Se necesitarán inversiones en programas de apoyo conductual para lograr aumentos sostenidos en los niveles de actividad física entre los sobrevivientes de cáncer.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/06/Structured-Exercise-after-Adjuvant.pdf