El ciclo menstrual no afecta a la fuerza máxima

El ciclo menstrual (CM) es un marcador esencial de la salud reproductiva de la mujer y está regulado por el eje hipotálamo-hipófisis-ovario. Se divide en seis fases según los niveles de estradiol (E2) y progesterona (P4):
- Folicular temprana (EF): bajos niveles de E2 y P4.
- Folicular media (MF): E2 moderado y P4 bajo.
- Folicular tardía (LF): aumento marcado de E2 y P4 bajo.
- Lútea temprana (EL): incremento progresivo de ambos.
- Lútea media (ML): segundo pico de E2 y máximo de P4.
- Lútea tardía (LL): descenso de ambos.
Estas hormonas pueden modular tanto el sistema nervioso central como la función muscular, influyendo en aspectos como el metabolismo energético o la capacidad de unión actina-miosina durante el ejercicio. Estudios previos han planteado que niveles elevados de estradiol pueden potenciar la excitabilidad neuronal y aumentar la activación voluntaria, mientras que la progesterona puede generar inhibición intracortical y reducir el rendimiento. A nivel práctico, se ha sugerido que las fases con más estradiol podrían favorecer la fuerza y la resistencia, mientras que fases con bajos niveles hormonales podrían asociarse a menor rendimiento y mayor fatiga.
Sin embargo, la evidencia científica es contradictoria. Algunos trabajos han descrito diferencias en el torque máximo isocinético entre fases del CM, observando menor fuerza en fase folicular temprana en comparación con fases lúteas. Otros, en cambio, no han encontrado variaciones significativas en pruebas de fuerza realizadas en diferentes fases. La falta de consenso se debe en parte a limitaciones metodológicas: muchas investigaciones se basan solo en calendarios o temperatura basal, métodos menos precisos que la combinación de seguimiento con aplicaciones, test de ovulación y análisis hormonales séricos.
Además, algunos estudios dividen el ciclo únicamente en dos partes (pre y post ovulación), lo cual no capta con exactitud las variaciones hormonales. Solo un trabajo previo había utilizado la clasificación en seis fases para valorar el rendimiento muscular, pero en mujeres no entrenadas, concluyendo que la fuerza no variaba con las hormonas, aunque sí el dolor percibido en fases EF y LL.
En este contexto, el presente estudio buscó determinar si la fuerza isocinética y la fatiga muscular de mujeres entrenadas en fuerza varían entre las seis fases del CM. Los autores plantearon la hipótesis de que el rendimiento sería mayor en la fase folicular tardía (LF), debido al aumento del estradiol, y menor en las fases EF y LL, caracterizadas por bajas concentraciones hormonales y potencial mayor fatiga.
El hallazgo principal fue que no hubo diferencias significativas en el torque máximo ni en la fatiga muscular de extensores y flexores de rodilla entre las seis fases del ciclo menstrual. Tampoco se observaron cambios en el trabajo total, la percepción del esfuerzo (RPE), la percepción de dolor (RPP) ni en las concentraciones de lactato sanguíneo, más allá del esperado aumento tras el ejercicio intenso.
Variabilidad hormonal y metodología
Aunque las concentraciones promedio de E2 y P4 siguieron los patrones fisiológicos esperados, se detectaron variaciones individuales notables, lo que refuerza la importancia de utilizar métodos rigurosos para clasificar fases menstruales. Una de las fortalezas del estudio fue precisamente la validación en tres pasos (calendario, test de ovulación y análisis hormonal), reduciendo errores de clasificación que habían afectado estudios anteriores.
Comparación con la literatura
Los resultados coinciden con trabajos que tampoco encontraron variaciones en el torque máximo entre fases del CM. Sin embargo, contrastan con investigaciones que reportaron menor fuerza en la fase folicular temprana. La discrepancia podría deberse a diferencias metodológicas (número de fases analizadas, tipo de prueba, grupo muscular evaluado o estado de entrenamiento de las participantes).
En la literatura se ha postulado que niveles altos de estradiol podrían mejorar la fuerza y resistencia muscular al favorecer la unión actina-miosina, ahorrar glucógeno y estimular la vasodilatación dependiente de óxido nítrico. En teoría, esto reduciría la fatiga y aumentaría el rendimiento en fases con picos de estradiol. No obstante, en este estudio, a pesar de las elevaciones hormonales observadas, no se evidenció un efecto positivo sobre la fuerza ni sobre la tolerancia a la fatiga. Esto sugiere que los beneficios potenciales del estradiol descritos en modelos animales o contextos distintos podrían no traducirse directamente en mujeres entrenadas en fuerza.
Fatiga y lactato
En todas las fases del CM, el protocolo de 60 repeticiones mostró una reducción esperable en el trabajo (~64% en el último tercio respecto al primero). Sin embargo, esta disminución fue similar en cada fase, indicando que la capacidad de resistencia muscular no varía con las fluctuaciones hormonales. Asimismo, el lactato sanguíneo aumentó tras el protocolo en todas las fases, sin diferencias entre ellas. Estos datos indican que los mecanismos de producción y aclaramiento de lactato, al menos en el contexto de mujeres entrenadas, no se ven modulados significativamente por el CM.
Percepción subjetiva de esfuerzo y dolor
Tampoco se observaron diferencias significativas en la percepción del esfuerzo ni en la percepción del dolor. Se esperaba, teóricamente, que estas variables pudieran verse alteradas por la sensibilidad de receptores hormonales en estructuras cerebrales relacionadas con la motivación y el control motor. Sin embargo, los hallazgos de este estudio, en línea con metaanálisis recientes, sugieren que la percepción subjetiva de esfuerzo y dolor en pruebas de fuerza no se modifica de manera relevante por la fase menstrual.
Implicaciones prácticas
Los resultados tienen implicaciones relevantes para el ámbito del entrenamiento y la fisioterapia. Las mujeres entrenadas en fuerza pueden mantener programas de ejercicio de manera regular durante todas las fases del ciclo menstrual sin necesidad de ajustar volumen o intensidad, salvo que presenten molestias individuales. Esto contribuye a desmitificar la idea de que el CM supone una limitación inevitable en el rendimiento físico.
Limitaciones y futuras líneas
Los autores reconocen varias limitaciones:
- Todas las participantes comenzaron el protocolo en fase EF, lo que podría introducir sesgos.
- No se controló la ingesta dietética, especialmente de carbohidratos, que podría influir en la disponibilidad energética y la fatiga.
- La muestra fue relativamente pequeña (n=11), aunque suficiente según el cálculo de poder, lo que deja abierta la posibilidad de efectos sutiles no detectados.
- No se midió la cinética del lactato en diferentes momentos post-ejercicio, lo que hubiera aportado más información sobre la recuperación.
- Factores psicológicos o expectativas respecto al impacto del ciclo en el rendimiento no fueron analizados, y podrían influir en la percepción subjetiva.
Conclusión general
El estudio demuestra que, en mujeres entrenadas en fuerza, la fuerza máxima isocinética, la fatiga muscular, el lactato sanguíneo y las percepciones de esfuerzo y dolor no varían significativamente a lo largo de las seis fases del ciclo menstrual. A nivel práctico, esto significa que no es necesario modificar los entrenamientos en función de la fase menstrual, siempre que la mujer se sienta cómoda y sin síntomas relevantes.
Referencia completa:
Velten L, Prado R, Conforti ALP, Andreatta MV, Ferreira Reis CB, Leite RD. Menstrual cycle does not affect peak torque or fatigue in resistance-trained women. Int J Sports Med. 2025 Aug 21. doi: 10.1055/a-2688-5060.