octubre 22, 2025

Entre dibujos infantiles, muñecas inquietantes y psicópatas a plena luz del día. Por qué ‘El cebo’ de Ladislao Vajda es una obra maestra

Hay películas que parecen salidas del sueño febril y ‘El cebo‘ (1958), de Ladislao Vajda, es una de ellas. En apariencia, un thriller policial sobre la caza de un asesino de niñas y en el fondo, una meditación oscura sobre la culpa, el mal y la corrupción moral que acecha incluso a los héroes. 

Vajda, director húngaro afincado en España, filmó esta historia entre montañas suizas y las sombras españolas, con la precisión de un relojero y un tono desgarrador. Lo que parece un relato de detectives es, en realidad, una película profundamente moderna: anterior a ‘Psicosis‘ y adelantada a la ‘True Detective‘ de nuestros días y con una mirada que diseca tanto el crimen como el alma del que lo persigue. Una de esas obras raras y perfectas que el tiempo convierte en mito.

Redescubriendo un clásico

La nueva edición de ‘Tarde de perros‘, con Alejandro G. Calvo al frente y acompañado por Rubén Lardín, Hilario J. Rodríguez y Alberto Lechuga, rescata ‘El cebo’ para recordarnos por qué sigue siendo un milagro dentro del cine español. Lo primero que señalan es su modernidad, comentando que es una película que introduce el análisis psicológico del asesino antes de que el thriller procedimental existiera como tal. El policía protagonista consulta a un psiquiatra y busca entender la mente del criminal, y lo que empieza como una investigación se convierte en un descenso a su propia oscuridad. Vajda se adelanta décadas a ‘Zodiac‘ o ‘El silencio de los corderos‘, mostrando que el mal no solo se persigue: también se puede imitar.

El programa subraya otro rasgo fascinante: en ‘El cebo’ no se muestra la violencia, pero se siente en cada plano. No hay asesinatos explícitos, solo rastros, silencios y una escena estremecedora en la que un inocente es destruido por el propio sistema policial. Ese «asesinato institucional» convierte el film en una crítica feroz a la razón como vía de justicia. Vajda, con una elegancia casi clínica, retrata cómo la maquinaria del orden puede volverse tan cruel como aquello que intenta erradicar.

Entre otras cosas, sitúan la película en el contexto de la Europa posterior a la guerra: un continente obsesionado con comprender el trauma y el daño invisible. ‘El cebo’, dicen, es «una película pedagógica sobre la herida que deja la violencia en los niños», y enlazan directamente con ‘Alemania, año cero‘ o ‘El espíritu de la colmena‘. De hecho, la idea del dibujo infantil como pista central para resolver el crimen anticipa todo un imaginario posterior del cine español.

'El cebo'
'El cebo'

Y si algo tiene ‘El cebo’, además de su inteligencia, es una atmósfera profundamente inquietante. Vajda logra que lo cotidiano se vuelva siniestro a través de elementos como un bosque iluminado, un muñeco infantil o una gasolinera vacía. Su cine «elimina todos los recursos del cine expresionista, es decir, los contraluces, para crear, un aspecto más clínico» y situar el terror a plena luz del día, donde todos somos cómplices. El resultado es un relato moral que, más que miedo, provoca vértigo.

En su tramo final, la película plantea una idea perturbadora donde el detective que atrapa al monstruo se convierte, sin saberlo, en su reflejo. Y esa simetría -ese espejo entre el bien y el mal- es lo que hace de ‘El cebo ‘una obra maestra absoluta, un relato de terror disfrazado de cine policíaco. Como decían en ‘Tarde de perros’, si Vajda hubiera trabajado en Hollywood, hoy lo mencionaríamos junto a Fritz Lang. Y no estaríamos muy lejos de tener razón.

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