Entrenamiento físico y adipocinas inflamatorias

La adiposidad excesiva se ha relacionado con un estado inflamatorio crónico de bajo grado, lo que contribuye al desarrollo y progresión de múltiples enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico y ciertos tipos de cáncer. Un mecanismo clave en este proceso es la secreción desregulada de adipocinas, moléculas bioactivas producidas principalmente por el tejido adiposo. Estas incluyen tanto adipocinas proinflamatorias (como TNF-α, IL-6 y resistina) como antiinflamatorias (como adiponectina).
El desequilibrio entre estas adipocinas desempeña un papel central en la inflamación crónica sistémica observada en personas con obesidad. En este contexto, el ejercicio físico ha demostrado tener efectos beneficiosos sobre la inflamación, posiblemente al modular la secreción de adipocinas. Sin embargo, la magnitud y consistencia de estos efectos aún no están del todo claras, especialmente considerando la diversidad en los tipos, duraciones e intensidades del ejercicio evaluado en la literatura.
Este metaanálisis se diseñó para evaluar de forma cuantitativa el impacto del entrenamiento físico en los niveles circulantes de varias adipocinas inflamatorias clave (TNF-α, IL-6, resistina y adiponectina), con el objetivo de comprender mejor su potencial terapéutico y sus mecanismos subyacentes. El análisis también buscó identificar si estos efectos están mediados por la pérdida de peso, ya que este es un efecto colateral común del ejercicio que podría enmascarar sus beneficios independientes.
- Efectos generales del ejercicio sobre las adipocinas inflamatorias
El análisis combinó datos de 93 estudios clínicos que incluyeron más de 5.000 participantes. Los resultados mostraron que el entrenamiento físico, en general, reduce significativamente los niveles circulantes de TNF-α, IL-6 y resistina, al tiempo que aumenta los niveles de adiponectina. Estos cambios reflejan un perfil antiinflamatorio más saludable y sugieren que el ejercicio puede modular directamente la inflamación sistémica, incluso en ausencia de pérdida de peso sustancial.
Este efecto se observó tanto en personas sanas como en aquellas con sobrepeso, obesidad o enfermedades metabólicas. No obstante, la magnitud del cambio fue mayor en individuos con disfunción metabólica, lo que sugiere que el impacto del ejercicio sobre las adipocinas es más pronunciado cuando hay un estado inflamatorio de base.
- Adipocinas específicas: análisis detallado
- TNF-α (factor de necrosis tumoral alfa)
El ejercicio redujo significativamente los niveles de TNF-α, una de las principales citoquinas proinflamatorias relacionadas con resistencia a la insulina, inflamación endotelial y progresión de enfermedades cardiovasculares. La reducción fue más notable en programas de ejercicio de duración superior a 12 semanas y en protocolos combinados (aeróbico + fuerza).
Los niveles circulantes de IL-6 también disminuyeron, lo que puede parecer contradictorio ya que el ejercicio agudo eleva transitoriamente IL-6. Sin embargo, el ejercicio crónico parece tener un efecto regulador que reduce los niveles basales de IL-6. Esta citoquina tiene una función dual (pro y antiinflamatoria), y se cree que el músculo esquelético, al liberar IL-6 como mioquina durante el ejercicio, modula positivamente su efecto sistémico.
- Resistina
Esta adipocina, relacionada con la resistencia a la insulina y la inflamación vascular, también disminuyó con el ejercicio, aunque los datos disponibles fueron menos numerosos. La evidencia apunta a que la reducción de resistina se asocia con mejoras en la sensibilidad a la insulina. - Adiponectina
El entrenamiento físico aumentó de manera significativa los niveles de adiponectina, una adipocina con propiedades antiinflamatorias e insulinosensibilizantes. Este efecto fue especialmente fuerte en programas de entrenamiento aeróbico, lo que refuerza la utilidad del ejercicio como herramienta terapéutica no farmacológica.
- ¿Depende el efecto del ejercicio de la pérdida de peso?
Un hallazgo importante fue que los cambios en las adipocinas ocurrieron incluso en estudios donde no hubo pérdida de peso significativa, lo que sugiere que el ejercicio tiene efectos antiinflamatorios independientes del peso corporal. Este resultado tiene gran relevancia clínica, ya que muchas personas que hacen ejercicio no experimentan cambios sustanciales en la báscula, pero sí mejoran marcadores de salud.
Dicho de otro modo, la composición corporal y el perfil metabólico pueden mejorar más allá del peso, y el ejercicio modula directamente la función del tejido adiposo, lo que puede romper el paradigma de que solo la pérdida de peso es beneficiosa.
- Efecto según el tipo de ejercicio
Los análisis por subgrupos mostraron que los programas de ejercicio aeróbico de intensidad moderada a vigorosa fueron los más efectivos para reducir TNF-α e IL-6. El entrenamiento combinado (aeróbico + fuerza) fue especialmente eficaz para aumentar adiponectina y reducir resistina.
El ejercicio de fuerza aislado también mostró beneficios, pero menos pronunciados. La frecuencia óptima parece ser de al menos tres veces por semana durante más de 12 semanas, con sesiones de entre 45 y 60 minutos.
Estos hallazgos ayudan a perfilar estrategias de intervención más precisas según el perfil de cada paciente, especialmente en poblaciones con obesidad, síndrome metabólico o riesgo cardiovascular.
- Consideraciones clínicas y fisiológicas
El tejido adiposo, lejos de ser un mero depósito de grasa, es un órgano endocrino activo que comunica con múltiples sistemas fisiológicos. En condiciones de obesidad, su disfunción se manifiesta por hipertrofia adipocitaria, infiltración de macrófagos, hipoxia local y liberación exagerada de citoquinas inflamatorias. El ejercicio actúa sobre este microambiente remodelándolo, reduciendo el estrés oxidativo, mejorando la vascularización y favoreciendo un perfil secretor más saludable.
Este efecto puede contribuir a restaurar la homeostasis sistémica, reduciendo el riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares, incluso en ausencia de fármacos. Además, el ejercicio podría representar una intervención preventiva clave desde etapas tempranas de alteración metabólica, antes de que se consoliden enfermedades como la diabetes tipo 2 o la arteriosclerosis.
Conclusión
Este metaanálisis proporciona evidencia robusta de que el ejercicio físico regular modula favorablemente los niveles circulantes de adipocinas inflamatorias, con reducciones significativas en TNF-α, IL-6 y resistina, y un aumento en adiponectina. Estos efectos son independientes de la pérdida de peso y se observan especialmente con programas de entrenamiento aeróbico o combinado, de al menos 12 semanas de duración.
Desde un punto de vista clínico, estos hallazgos refuerzan el papel del ejercicio no solo como herramienta para el control del peso, sino también como una estrategia antiinflamatoria potente, con impacto en la prevención y tratamiento de enfermedades crónicas. A medida que se profundiza en la comprensión del tejido adiposo como órgano endocrino, el ejercicio se consolida como una intervención esencial para restaurar su función saludable y reducir la carga inflamatoria sistémica.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/06/Exercise-training-and-inflammatory-adipokines.pdf
Referencia completa:
Pourkoshki A, Monazzami A, Heydarpour F, Yon DK, Smith L, Rahmati M. Exercise training and inflammatory adipokines in patients with type 2 diabetes: a systematic review, meta-analysis, and meta-regression. Diabetol Metab Syndr. 2025 Jun 18;17(1):224. doi: 10.1186/s13098-025-01811-8.