Hoy en Netflix, la estremecedora adaptación de Stephen King que marcó el camino del director de ‘La vida de Chuck’

Adaptaciones de Stephen King hay cientos y cientos, pero sólo unos pocos elegidos han sabido sacar verdaderas joyas cinematográficas de su obra. Unos pocos elegidos son casi hasta especialistas en trasladar sus potentes conceptos a películas notables e incluso sostenibles en sus compases finales.
Mike Flanagan sin duda aspira a estar en esa terna, y por eso llevó al cine ‘La vida de Chuck’ para poder desarrollar la parte más sensible de su cine. No es que sacase los resultados más interesantes, pero es otra piedra más en un camino iniciado de manera notable con la gema de culto ‘El juego de Gerald’.
Encadenados a un juego
En su primera producción para Netflix, plataforma donde terminó de dar el salto de autor de terror a cineasta de alcance amplio, Flanagan elabora un thriller psicológico intrincado y efectivo desde limitaciones muy marcadas. Carla Gugino protagoniza una de las producciones de género más interesantes que se han estrenado en la plataforma.
Retirados en una remota cabaña alejada de la civilización para pasar un fin de semana romántico, un matrimonio busca revitalizar su relación con unos juegos sexuales que acaban involucrando esposas. Pero cuando la mujer, atada a la cama, observa como su marido muere de un infarto, tendrá que pensar cómo escapar de esta prisión accidental en la que ha acabado.
El ejercicio de cámara es evidente, y las limitaciones están tan a la vista que muchos otros cineastas se podrían haber ahogado en el encajonamiento que supone el material. Hay, por supuesto, momentos de fuga a modo de flashbacks y ensoñaciones o alucinaciones que evita la monotonía, pero la mayor parte juega en un espacio concreto.
‘El juego de Gerald’: tensión sostenida


Flanagan, sin embargo, se encontraba en esta época haciendo lo máximo con poco, con la película ‘Hush’ siendo otro ejemplo de cómo sostiene tensión e intriga a partir de elementos básicos. ‘El juego de Gerald’ le permite ponerse ligeramente más esotérico, creando el horror desde rincones menos convencionales.
Esto permite que la poco más de hora y media que dura la película termine atrapando y funcionando, incluso en un final poco estable claramente heredado del material de un autor que tiende a desbarrar en los últimos compases. Flanagan comprende las claves del tono de King, y encuentra también los espacios donde puede meterse él mismo, dejando impronta personal para poder mantenerse como voz notable de su generación.
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