octubre 21, 2025

Inmersión en agua caliente post-ejercicio y sus efectos sobre la salud vascular

Introducción

Las enfermedades cardiovasculares (ECV) continúan siendo la principal causa de mortalidad mundial. Mantener un estilo de vida físicamente activo reduce de forma significativa el riesgo de padecerlas, principalmente porque el ejercicio ayuda a controlar múltiples factores de riesgo metabólicos y vasculares. Sin embargo, durante la mediana edad muchas personas disminuyen su nivel de actividad física y, con ello, aumentan su vulnerabilidad ante estas patologías. Aunque el ejercicio regular es una herramienta fundamental para prevenir el deterioro cardiovascular, la mayoría de adultos de mediana edad no cumplen las recomendaciones mínimas de actividad física establecidas por la Organización Mundial de la Salud.

Terapia de calor y terapias térmicas

Frente a este problema, los investigadores buscan estrategias complementarias que potencien los beneficios cardiovasculares del ejercicio, especialmente en personas inactivas o con poca adherencia al entrenamiento. En este contexto, ha surgido un creciente interés por las llamadas “terapias térmicas” o “terapias de calor”, entre las cuales se incluyen el uso de sauna o la inmersión en agua caliente. Estudios epidemiológicos previos han mostrado que el uso frecuente de saunas o baños calientes se asocia con una menor incidencia de eventos cardiovasculares y mortalidad. Estas observaciones han impulsado la investigación fisiológica sobre los posibles mecanismos que explican dichos efectos.

Exposición al calor

La exposición repetida al calor provoca respuestas hemodinámicas similares a las del ejercicio: aumento de la frecuencia cardíaca, vasodilatación periférica, elevación de la temperatura corporal y un incremento del flujo sanguíneo. Estas respuestas generan un estrés cardiovascular leve pero suficiente para inducir adaptaciones beneficiosas, como la mejora de la función endotelial, la reducción de la presión arterial y una mejor regulación metabólica. Por ello, el calor pasivo se considera una herramienta terapéutica potencial para reforzar los efectos del ejercicio en personas con bajo nivel de condición física.

Diversos estudios experimentales han demostrado que programas de inmersión en agua caliente durante varias semanas pueden mejorar la función endotelial, reducir la glucemia en ayunas y los niveles de colesterol total, así como disminuir la inflamación de bajo grado. De hecho, las mejoras observadas tras intervenciones de calor regular son comparables en algunos aspectos a las derivadas del entrenamiento aeróbico. Dado este paralelismo, los autores plantearon si la combinación de ambas intervenciones —ejercicio seguido de inmersión en agua caliente— podría generar adaptaciones superiores a las obtenidas con el ejercicio solo.

Hasta la fecha, la evidencia sobre esta combinación era limitada. El único ensayo controlado previo (Lee et al., 2022) evaluó el efecto del uso de sauna tras el ejercicio en adultos inactivos, encontrando mayores mejoras en la capacidad cardiorrespiratoria y el perfil lipídico que con el ejercicio aislado. No obstante, ese estudio no valoró variables clave como la función endotelial ni los marcadores de inflamación o glucosa. Por ello, el trabajo de Steward y colaboradores se propuso llenar ese vacío analizando un espectro más amplio de parámetros cardiovasculares y metabólicos.

El objetivo fue determinar si ocho semanas de ejercicio aeróbico moderado seguidas de inmersión en agua caliente (40 °C) podrían mejorar la aptitud cardiorrespiratoria, la salud vascular y metabólica en mayor medida que la misma rutina seguida de inmersión en agua termoneutra (34 °C). Los participantes fueron adultos de mediana edad físicamente inactivos, sin enfermedades crónicas ni medicación antiinflamatoria. Ambos grupos realizaron el mismo programa de ejercicio tres veces por semana durante ocho semanas, seguido inmediatamente de 30 minutos de inmersión en su respectiva temperatura asignada.

Los resultados mostraron hallazgos interesantes y específicos. En primer lugar, el grupo que realizó la inmersión caliente (EX+HWI) presentó mayores reducciones en la presión arterial diastólica y en la presión arterial media (≈4 mmHg) respecto al grupo control (EX+TWI). Además, mejoró significativamente la dilatación mediada por flujo (FMD) de la arteria braquial, indicador de una mejor función endotelial. También se observó una mejora subjetiva mayor en la percepción de salud física. Sin embargo, no se encontraron diferencias entre grupos en la capacidad cardiorrespiratoria (VO₂ pico) ni en los marcadores metabólicos (glucosa, lípidos, inflamación).

Agua caliente y adaptaciones hemodinámicas y vasculares

Los autores interpretan que la inmersión en agua caliente potencia principalmente las adaptaciones hemodinámicas y vasculares, pero no las metabólicas ni cardiorrespiratorias. Esto podría deberse a que la exposición al calor después del ejercicio prolonga la vasodilatación periférica y mantiene un flujo sanguíneo elevado, estimulando de forma más intensa al endotelio vascular. Este estímulo repetido favorece la producción de óxido nítrico y la remodelación funcional de los vasos, lo que se traduce en una mejora de la capacidad de dilatación y en una reducción sostenida de la presión arterial.

En cambio, las variables metabólicas —como el control glucémico, el perfil lipídico o la inflamación sistémica— probablemente requieren una dosis mayor de estímulo energético o un periodo más prolongado de intervención para mostrar cambios significativos. Además, los participantes eran personas sin alteraciones metabólicas importantes, por lo que la posibilidad de mejora en estos parámetros era limitada desde el inicio.

Los resultados relativos a la presión arterial tienen una importancia clínica considerable. Una reducción de solo 2 mmHg en la presión diastólica se asocia con un 6 % menos de riesgo de enfermedad coronaria y un 15 % menos de riesgo de ictus. En el estudio, varios participantes del grupo de inmersión caliente pasaron de categorías hipertensivas a normotensivas, lo que resalta el potencial de esta estrategia como complemento no farmacológico para el control de la presión arterial en personas con riesgo cardiovascular.

Respecto a la función endotelial, el aumento del 2,3 % en la FMD observado en el grupo de inmersión caliente se considera clínicamente relevante, ya que cada mejora del 1 % se asocia con una reducción de entre 8 % y 13 % en el riesgo futuro de eventos cardiovasculares. Por tanto, combinar ejercicio y calor postejercicio podría ser una intervención eficaz para preservar la salud vascular durante la mediana edad, una etapa crítica en la que se inicia el deterioro progresivo de la función endotelial.

En cuanto a la rigidez arterial, aunque ambos grupos mostraron leves mejoras, las diferencias no fueron significativas. Los autores señalan que la falta de cambios en la velocidad de la onda de pulso (PWV) podría deberse a la buena salud vascular inicial de los participantes o al corto periodo de intervención. Tampoco se observaron cambios significativos en los niveles de citocinas inflamatorias (IL-6, TNF-α, IL-10), en los marcadores angiogénicos (VEGF, MMP-9) o en las lipoproteínas séricas, lo que refuerza la idea de que el calor actúa principalmente a nivel hemodinámico y endotelial.

El estudio aporta evidencia novedosa sobre la sinergia entre el ejercicio moderado y la terapia térmica, proponiendo la inmersión en agua caliente como una herramienta práctica para maximizar los beneficios vasculares del entrenamiento, especialmente en adultos que no realizan ejercicio de forma regular. Sin embargo, los autores también reconocen algunas limitaciones: el tamaño muestral pequeño, la corta duración del programa y la imposibilidad de cegar completamente la intervención. Además, el calor podría provocar efectos adversos leves —como mareos o náuseas—, observados en algunos participantes, lo que subraya la necesidad de aplicar estas estrategias bajo supervisión.

En conclusión, la inmersión en agua caliente después del ejercicio mejora la presión arterial y la función endotelial sin producir cambios adicionales en la capacidad cardiorrespiratoria ni en los marcadores metabólicos. Estos hallazgos refuerzan la idea de que el calor postejercicio puede considerarse una terapia complementaria segura y eficaz para optimizar la salud cardiovascular, sobre todo en individuos físicamente inactivos de mediana edad.

Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/10/Post-exercise-hot-water-immersion-enhances.pdf

Referencia completa:

Kim JS, Lee EY. Post-exercise hot water immersion: A potential lifestyle strategy to maximize vascular health. J Physiol. 2025 Oct 12. doi: 10.1113/JP289836.

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