Lo que empezó como un desastre técnico acabó siendo el secreto del encanto de una película de terror que se convirtió en una cinta de culto de los cincuenta

A mediados de los años cincuenta, el cine de terror y ciencia ficción vivía un auge sin precedentes: monstruos gigantes, invasiones extraterrestres y efectos especiales cada vez más vistosos prometían llenar las salas y dejar al público con la boca abierta.
Entre estas producciones, surgió una película que, pese a su modesto presupuesto, se convertiría en un clásico de culto: ‘Them!’, una película donde lo curioso es que su encanto no nació de un plan perfecto ni de ambiciones desmedidas, sino de un accidente técnico que transformó por completo su estética y su impacto en la audiencia.
Desde el inicio, el estudio Warner Bros. tenía previsto rodar la película en color y en 3D, siguiendo el éxito reciente de filmes del género que aprovechaban esos «extras» de producción para atraer audiencias. Sin embargo, durante las pruebas previas al rodaje se descubrió que el sistema de cámara previsto, el «All Media» 3D no funcionaba: simplemente no se pudo filmar el material en tres dimensiones, por lo que al día siguiente el estudio emitió un memorando rescindiendo la idea del 3D y del rodaje en color, y decidió que la película se filmaría en blanco y negro.
Lejos de paralizar el proyecto, este giro técnico inesperado abrió una nueva oportunidad creativa. Al adoptar el blanco y negro, ‘Them!’ adquirió una estética mucho más austera, casi documental, que le otorgó un sello de verosimilitud que el rodaje en color quizá no habría logrado.
Un error afortunado
Ese estilo sobrio encajó como un guante en la narrativa: criaturas gigantes, ataques en el desierto, ambientes de investigación policial y militar… el blanco y negro enfatizaba la amenaza, el misterio y resignificaba el «monstruo» desde la sombra y la sugerencia más que desde el espectáculo cromático.
Además, curiosamente quedan vestigios del plan original: aunque el filme se rodó finalmente en blanco y negro, se conservó un título de apertura en distintos colores (rojo y azul sobre fondo blanco-negro) como reminiscencia del enfoque más ambicioso. También algunas escenas conservaban un planteamiento que parecía pensado para 3D, como los planos que apuntan directamente hacia la cámara o movimientos más dinámicos, lo que aportó una sensación de inmediatez poco habitual para la época.
Así pues, lo que al principio se veía como un contratiempo técnico, acabó siendo una fortaleza creativa. Este «accidente» empujó al director Gordon Douglas a abrazar una atmósfera menos espectacular en términos de efectos vistosos, pero más sólida en tensión, suspense y estructura narrativa, lo que le permitió trascender su etiqueta de “serie B” y consolidarse como un clásico del género.
Foto de midnitereviews.com