octubre 22, 2025

‘Springsteen: Deliver me from Nowhere’ (2025), crítica | No es el biopic al que Hollywood nos ha acostumbrado, pero cae en los tópicos de cualquier cebo para los Óscar

A la chita callando, hemos llegado a esa época del año en la que las productoras de cine empiezan a hacer trucos de manos para conseguir una nominación a los Óscar como sea. El año pasado, la Academia picó con Timothée Chalamet como Bob Dylan en ‘A Complete Unknown’ (aunque todo apunta a que el premio se lo va a llevar este año por ‘Marty Supreme’), y, por supuesto, eso ha llevado a que Fox haya tratado de seguir con la tendencia, pero bajando un poco el listón ofreciendo más de lo mismo, pero un poco menos ambicioso. 

Soy consciente de que la gran (y probablemente única) duda antes de ver ‘Springsteen: Deliver me from Nowhere’ es si  Jeremy Allen White logará conquistar los premios con su versión de Bruce Springsteen, pero realmente hay mucho más que analizar en una película con buenas intenciones pero eminentemente fallida, que quiere hablar de muchas cosas pero no puede evitar acabar tocando la guitarra a medio gas.

Son, don’t you understand now?

En muchos sentidos, ‘Springsteen’ no es un biopic al uso, y eso es de agradecer: en lugar de centrarse en los inicios del cantante y su meteórico ascenso al éxito, al estilo ‘Bohemian Rhapsody’, se centra en una época muy concreta de la vida del cantante. Concretamente, la de la creación del disco ‘Nebraska’, que grabó en su casa en cinta, de manera muy experimental, repleto de errores técnicos pero imbuído por una pureza con la que se obsesionó. La película indaga de manera algo superficial en el proceso creativo tras este momento específico, pero, aunque en ocasiones resulta brillante (todas las grabaciones y los enfados en el estudio), otras peca de obvia y parece más una simple excusa para mostrar el «greatest hits» de turno.

Por supuesto, la pregunta del millón no es si logra encapsular bien las diez canciones de ‘Nebraska’, sino cómo se desenvuelve Jeremy Allen White fuera de las cocinas de ‘The Bear’ y con la misión de conseguir su primera nominación al Óscar. Y la respuesta, ya os lo advierto, no va a ser entusiasta, pero tampoco demoledora. Al contrario que Chalamet, que sí parecía fusionarse con Dylan en todos los aspectos, White se ha trabajado muchísimo la voz hasta un punto impresionante, pero es imposible no ver al actor continuamente traspasando el personaje: no es un trabajo brillante bajo ninguna circunstancia y en ocasiones uno puede casi oler el ansia por la nominación como el único motivo para la existencia de esta película.

Tristemente, en ninguna predicción de los premios está entrando el verdadero gran intérprete de la película, un Jeremy Strong que es, además, el personaje mejor guionizado: Jon Landau, su manager, luchando por llevar a cabo cualquier locura artística que le proponga el músico. Junto a él, es imposible no mencionar al gran Stephen Graham (en boca de todos por ‘Adolescencia’), que consigue sacar una interpretación honesta y fascinante de lo que, sobre el guion, parecía destinado a un actor estridente y exagerado: una vez más, ha logrado sacar verdad de un papel mucho más formulaico de lo que podría haber sido. Ojalá el resto de ‘Springsteen’ hubiera sabido también cómo trascender.

At night, my daddy’d take me and we’d ride

Aunque trata de evitarlo, tratando temas como la salud mental, el ostracismo con el que los cantantes se flagelan o lo áspero del proceso creativo, al final ‘Springsteen’ no puede evitar ser un biopic musical que cae en los mismos vicios que tantas y tantas otras películas antes que ella. Desde la relación amorosa impostada utilizada solo como manera de demonizar a su protagonista e introducir más drama innecesario en la historia hasta los puntos de giro perfectamente marcados y sin sorpresas, o las inevitables explicaciones escritas de los últimos minutos, la película parece pararse los pies conscientemente para no salirse de la línea de puntos. Y es una pena, porque cuando lo hace resulta genuinamente explosiva.

Aunque la película se centre en ‘Nebraska’ y sus canciones más introspectivas, lentas y depresivas, su director, Scott Cooper, no puede resistir la tentación de mostrarnos al completo ‘Born in the USA’, casi como si fuera un grupo «one-hit wonder» que le dijera al público «No os preocupéis, que la famosa también suena». Es el problema principal de ‘Springsteen’: una falta casi absoluta de personalidad y de riesgo creativo en una película que lo pide a gritos, lo ansía, lo necesita. No puedes contar una historia revolucionaria desde el punto de vista más industrial posible, pero jugársela plenamente a la representación en los Óscar tiene adherido su obligado peaje.

Al final, ‘Springsteen’ es el boceto de una película mejor y más arriesgada, que no se equivoca flagrantemente en nada pero tampoco es capaz de destacar de la media. Tiene los mimbres, pero eso es todo: aunque se atreve a hablar de temas no tan comunes en el cine mainstream, tan solo los delinea y los utiliza como excusa para poner en marcha la gramola de los éxitos del cantante. No hay ningún tipo de osadía ni determinación en un biopic que pedía a todas luces más arrojo, pero se ha quedado en una simpleza estilística y unos tópicos sobreexplotados en su guion que no se pueden camuflar con la fantástica mimetización en la voz de su protagonista. Born in the Disney offices.

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