Todo el mundo es alguien

“Todo el mundo es alguien”. La frase es el título de una canción de Roberto Carlos, en la que contraria a las de voces de mala sangre que juzgan y discriminan, reivindica al ser humano y pide su lugar ante la crueldad de la sociedad deshumanizada. Los partidos del Mundial de Clubes escenificados el pasado domingo gritaron, para que se oyera hasta en el último confín de la tierra, que los outsiders, los llamados pequeños, aquellos a los que la gente dijo “sí, ellos tiene chance” pero que en el fondo los subestimaron, también pueden llegar hasta la cima de ese Everest en el que Inter de Milán y Manchester City se creían dueños exclusivos. Son los misterios que esta vez bañaron a Fluminense y a Al-Hilal, y premiaron, con una humildad que a veces se olvida en el tumulto de lo cotidiano, que todo lo que alguien se propone puede ser alcanzado, así cueste una vida…
¿De qué se valieron brasileños y árabes?, ¿llevaban consigo imágenes de Yemayá y santería o invocaciones al elevado espíritu de su gente? No es posible saberlo; lo que sí quedó plasmado en las canchas de Estados Unidos fue la inteligencia humana, que es más poderosa y pura que todas las inteligencias artificiales del mundo y del que está por inventarse. No hay tecnología que pueda llegar más lejos y más profunda que la del hombre, y el Inter y el Manchester probaron de eso: ¿qué habrá pasado por sus mentes al darse por enterados de que perdían los partidos, cuál habrá sido el grado de sus conciencias al verse en las fronteras de las inminentes derrotas? Ahora, caramba, ahora el mundo tendrá que ver, ante el asombro de los incrédulos, un partido de cuartos de final que, por favor, no estaba en la imaginación de nadie, excepto, quizás, en la memoria de aquellos jugadores creyentes. Ahora el fútbol podrá impartir y pronunciar una extraordinaria y nueva lección: “todo el mundo es alguien”, dicen por ahí…
Caídos grandes enemigos, Atlético de Madrid, Salzburgo, Oporto, Benfica, Inter, de Milán, Manchester City y Juventus con sus derrotas de humillación, el Real Madrid parece navegar en aguas tranquilas. El martes tuvo que resolver los enredos defensivos del cuadro italiano, toda esa maraña dura de descifrar, para encaminarse a los cuartos de final de un campeonato que, aunque ha tenido desiguales asistencias en los estadios, esta vez lleno, mañana no tanto, ha ido creciendo en atención televisiva. ¿Y Europa, cómo va quedando en el Mundial? Esperemos el final, como tantas otras cosas, para formarnos un juicio acertado. Por ahora todo es caminar por la incierta cuerda del arriesgado trapecista. Nos vemos por ahí.