julio 20, 2025

Y ahora, ¿qué van a inventar?

Sorteo tropiezos y saltó encima de opiniones contrarias; pasó de largo ante los malos presagios y enterró aquellos duros reproches que pretendían desvirtuar la idea. El Mundial de Clubes trató de vencerlos. Y los venció.

Venció a las buenas intenciones que advertían que tantos campeonatos con cualquier motivo iban a exasperar a los aficionados de todos los lugares del planeta, y que ya estaba bueno de partidos y más partidos por el solo hecho de ganar dinero.

Y comenzó el Mundial, y continúan su afanes tratando de convencer su utilidad futbolística y social, porque el acercamiento entre nacionalidades puede propiciar magníficas relaciones entre los países. Bueno, este es uno de los enunciados de los patrones del torneo, una creación que, más allá de toda consideración y juicios de valor, ha sido una verdadera novedad. No ha tenido el atractivo y el charm del mundial de selecciones, pero ¿podría alguien esperarlo de esta manera? Solo falta conocer el encendido de los televisores y la difusión en teléfonos e internet para saber el verdadero alcance mundialista.

Ahí están muchos de los grandes jugadores y equipos, y si han faltado las emociones de la Champions League, esto responde a una lógica: el desgaste de todos luego de agotadoras temporadas europeas, el calor de 32 grados centígrados en casi todo Estados Unidos, y en el fondo de todo, y sin que alguno de ellos lo manifieste, el fastidio del disfrute vacacional interrumpido luego de tanto esfuerzo, tanto sudor en cada liga.

Ningún empresario ha tenido los hígados para explicar las verdaderas razones del Mundial de Clubes, ni falta que hacía. El solo hecho de entregárselo a Estados Unidos habla claro de la intención de la conquista de un mercado rocoso, “duro de matar” como en las películas de Bruce Willis, en función de la expansión del fútbol. ¿Denominador común de todo este tinglado? Pues El dólar, siempre el “maldito” dólar…

No es criticable este argumento. Los amos de clubes, individuales o empresarios, europeos o árabes, estadounidenses o chinos, de la tierra, marte o júpiter, se escudan en los invulnerables muros de sus intereses para defender lo que tienen que defender, y estimulan la competencia entre clubes como señuelos visibles de su ambición para ir a más. Es absolutamente válida su visión, porque contra eso no hay ley: están en suyo y dirá el tiempo si el mundo lo agradece.

Con la Champions siguieron la tradición de la Copa de Europa, y con la Uefa la de la Copa de Ferias. Crearon la Copa de Naciones, y la de la Conference League. Ahora el Mundial de Clubes. En los cuerpos del fútbol se mueve ahora, inquieta, la mirada del porvenir, y se pregunta: ¿qué campeonato inventarán ahora? ¿Todavía hay espacio para enfrentamientos Europa vs. América, o derechos contra zurdos, o conformes contra rebeldes? El fútbol da para eso… y todavía más.

Mundiales por venir

Las ambiciones comienzan a despertar. Con el torneo en acción, ya Brasil se postuló como organizador del próximo, en 2029, aunque pueda que no sea el último en lanzar, calle abajo, su candidatura.

Seguramente algunos países también soltarán sus cartas en la mesa de los negocios, y solo están a la espera de que el Mundial de Clubes finalice para armar su fiesta: “yo prometo”, “no, yo prometo más”, “ese será nuestro”…

Argentina, Uruguay y Paraguay, con la frustración de no haber podido convencer a la Fifa para el de 2030 otorgado a España y Marruecos, irán a la carga con ese poderoso argumento; están, con el número uno, en lista de espera de aspirantes posibles.

Todo es parte del festival universal del balón, un contagio que le da al fútbol esa apertura y ese carácter democrático que lo caracteriza y lo ha convertido en el deporte que hoy es.

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