Conexión intestino-ejercicio: alteraciones gastrointestinales asociadas

La relación entre el ejercicio físico y la salud gastrointestinal (GI) es compleja y bidireccional. Mientras que el ejercicio moderado se asocia con beneficios para el tracto digestivo —como mayor motilidad intestinal, reducción de la inflamación sistémica y una microbiota más diversa—, las actividades físicas intensas o prolongadas pueden desencadenar o empeorar síntomas GI. Estos síntomas incluyen náuseas, dolor abdominal, diarrea, distensión, e incluso sangrado gastrointestinal en casos más graves.
Un mecanismo clave detrás de estos efectos adversos es la hipoperfusión esplácnica, un fenómeno en el cual, durante el ejercicio intenso, el flujo sanguíneo se redirige desde los órganos internos hacia los músculos activos, reduciendo la irrigación del intestino. Esta reducción puede generar isquemia intestinal y aumentar la permeabilidad de la barrera epitelial, favoreciendo la entrada de toxinas y bacterias al torrente sanguíneo, lo que promueve inflamación sistémica, también conocida como “leaky gut”.
Además, factores como el tipo de comida ingerida antes del ejercicio (ricas en grasa o fibra), la hidratación y la condición física influyen notablemente en la aparición de síntomas GI. Una alimentación inadecuada o una deshidratación puede acentuar problemas como calambres, náuseas o diarrea. También se ha evidenciado que el ejercicio puede modificar la composición de la microbiota intestinal, favoreciendo una mayor diversidad bacteriana beneficiosa, lo cual fortalece la barrera intestinal y ayuda a modular la inflamación.
La falta de consenso sobre los mecanismos subyacentes al vínculo entre ejercicio y salud digestiva es una de las razones que motivan esta revisión sistemática. Existen múltiples variables interindividuales (predisposición genética, microbiota basal, enfermedades GI previas, estado de hidratación, etc.) que condicionan la respuesta al ejercicio. En deportistas, los síntomas GI pueden afectar gravemente el rendimiento, sobre todo en pruebas de resistencia como maratones o triatlones. En la población general, estas molestias pueden reducir la adherencia al ejercicio, disminuyendo sus beneficios para la salud.
El objetivo del estudio es sintetizar la evidencia existente sobre los trastornos gastrointestinales inducidos por el ejercicio, centrándose en su prevalencia, mecanismos fisiopatológicos, factores de riesgo y estrategias de prevención y manejo.
- Prevalencia y naturaleza de los síntomas GI durante el ejercicio
Los síntomas GI son frecuentes, especialmente en deportes de resistencia. Pueden variar desde molestias leves (hinchazón, flatulencias, distensión) hasta condiciones graves como colitis isquémica o sangrado digestivo. En corredores de larga distancia, se ha reportado una prevalencia de hasta el 70% de síntomas GI, mientras que en ciclistas ronda el 50%.
Entre los síntomas más frecuentes destacan:
- Náuseas y vómitos, sobre todo en ambientes calurosos o con deshidratación.
- Diarrea, conocida como “runner’s trots”.
- Dolor abdominal y cólicos.
- Sangrado GI, aunque menos común, puede ser grave en eventos prolongados.
Factores como la intensidad del ejercicio, el estado de entrenamiento del deportista, la edad, el sexo (más común en mujeres), el tipo de suplemento utilizado y el momento de la comida previa al ejercicio, afectan la aparición de estos síntomas.
- 2. Variabilidad según el tipo de ejercicio
Los síntomas GI varían ampliamente según el tipo y la intensidad del ejercicio:
- Deportes de resistencia (correr, ciclismo, triatlón): tienen la mayor prevalencia de molestias GI, tanto por impacto mecánico como por hipoperfusión esplácnica.
- HIIT: causa síntomas por los cambios bruscos en la redistribución del flujo sanguíneo.
- Entrenamiento de fuerza: menor incidencia, aunque el uso de técnicas incorrectas de respiración o comidas copiosas previas pueden causar reflujo o molestias abdominales.
- Natación: menor impacto mecánico, pero se reporta náusea, sobre todo en aguas frías o agitadas.
- CrossFit y triatlones: combinan varias fuentes de estrés intestinal, produciendo una amplia gama de síntomas.
- Diferencias entre atletas de élite y recreacionales
Los deportistas de élite presentan una mayor prevalencia de síntomas GI, debido a:
- Mayor duración e intensidad del entrenamiento.
- Estrés psicológico (activación del eje intestino-cerebro).
- Uso frecuente de suplementos ricos en carbohidratos o proteínas.
- Ingesta de grandes volúmenes de bebidas deportivas.
En cambio, los deportistas recreativos suelen experimentar síntomas más leves, como distensión o acidez, muchas veces por falta de preparación o hidratación.
Mecanismos fisiopatológicos clave
- a) Hipoperfusión esplácnica
Durante el ejercicio intenso, el flujo sanguíneo al intestino se reduce hasta en un 80%. Esta isquemia daña la mucosa, ralentiza la motilidad gástrica y contribuye a la aparición de náuseas, diarrea o incluso sangrado. La hipoperfusión también debilita las uniones celulares del epitelio intestinal, favoreciendo el “leaky gut”.
- b) Aumento de la permeabilidad intestinal
El aumento de la temperatura corporal, el estrés oxidativo y la liberación de citoquinas inflamatorias como TNF-α e IL-6 deterioran las uniones estrechas entre células epiteliales. Esto permite el paso de endotoxinas bacterianas al torrente sanguíneo, desencadenando una respuesta inmune sistémica. En deportistas, esta alteración se ha relacionado con molestias GI durante y después del ejercicio intenso.
- c) Cambios en la microbiota intestinal
El ejercicio moderado mejora la diversidad microbiana e incrementa bacterias productoras de butirato, un ácido graso de cadena corta con efectos antiinflamatorios y protectores sobre la mucosa intestinal. En cambio, el ejercicio excesivo puede provocar disbiosis.
- d) Disfunción del eje intestino-cerebro
El estrés físico y emocional activa el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, elevando los niveles de cortisol y alterando la motilidad intestinal. Ejercicios como yoga o Tai Chi reducen esta hiperactividad, promoviendo la salud intestinal.
- e) Factores mecánicos
Impactos repetitivos (por ejemplo, correr) generan desplazamiento y presión en órganos abdominales, agravando el reflujo, la náusea y el dolor abdominal. Deportes con flexión mantenida, como el ciclismo, pueden favorecer el reflujo. Levantar cargas pesadas también aumenta la presión intraabdominal, exacerbando síntomas.
- f) Cambios neurohormonales
El ejercicio induce una cascada hormonal que incluye adrenalina, noradrenalina y cortisol. Estas hormonas inhiben funciones digestivas como la secreción gástrica y la motilidad, y favorecen el “leaky gut”.
Conclusión general
El ejercicio físico tiene un papel dual en la salud gastrointestinal. Por un lado, el ejercicio moderado es beneficioso: mejora la motilidad, reduce la inflamación, promueve una microbiota saludable y disminuye el riesgo de enfermedades digestivas. Por otro lado, el ejercicio intenso o prolongado, si no se maneja adecuadamente, puede inducir una amplia variedad de síntomas GI que afectan el rendimiento y la calidad de vida.
Este artículo destaca la necesidad de diseñar estrategias personalizadas, ajustadas al tipo de ejercicio, al estado de salud gastrointestinal de cada individuo y a su nivel de entrenamiento. La hidratación, la dieta previa, el uso responsable de suplementos y una progresión adecuada en la intensidad del ejercicio son pilares clave para maximizar beneficios y minimizar riesgos.
Acceso libre al artículo original en: https://www.fisiologiadelejercicio.com/wp-content/uploads/2025/06/Exploring-the-gut-exercise-link.pdf
Referencia completa:
Al-Beltagi M, Saeed NK, Bediwy AS, El-Sawaf Y, Elbatarny A, Elbeltagi R. Exploring the gut-exercise link: A systematic review of gastrointestinal disorders in physical activity. World J Gastroenterol. 2025 Jun 14;31(22):106835. doi: 10.3748/wjg.v31.i22.106835.