Mundial de Clubes: ¿qué hay detrás?

El bombardeo ha comenzado.
La Fifa, en su empeño por hacer del fútbol una nueva manera de ver la vida, una renovada concepción del mundo, ahora trata de publicitar el Mundial de Clubes, un encuentro de 32 equipos que llegarán desde todos los rincones de la tierra a Estados Unidos, país anfitrión, para conocer cuál será el coronado emperador.
Ya se venían jugando este tipo de enfrentamientos, aunque solo aptos para siete camisetas, una por cada Confederación. Ahora no, porque esta visión será más universal, más democrática, que pondrá encima de la alfombra verde de juego un prestigio solo comparable al Mundial de selecciones.
Pero algo hay detrás, algo escondido debajo de esa alfombra del color de césped. En Estados Unidos se disputará la Copa América, el Mundial propiamente dicho y ahora el de clubes, y en tiempos de Donald Trump no es de extrañar que sea esa nación “el centro mismo del planeta”, la que ha roto la hegemonía de Europa y América Latina. Las empresas asociadas a la Fifa, especialmente una de gaseosas, difunden el encuentro de equipos para promocionarse y, para de a poco y de a mucho, desplazar en la atención popular al de seleccionados. Considerando el cansancio de la gente por el Mundial, ahora ven el botín en la pasión por los clubes. En algunos países, preferentemente europeos, los nombres de equipos despiertan más fervores que los representantes nacionales, y ese pudo haber sido el punto de partida para la iniciativa de la nueva revolución futbolera.
Las selecciones, por su misma naturaleza, no son fáciles de manejar; los clubes posiblemente sí, sobre todo si estos son manipulados por los magnates, tipo Florentino Pérez, para echar a andar la propuesta que encenderá sus luces el 15 de junio, con final el 13 de julio, y que se repetirá cada cuatro años: ¿a qué se les parece?
32 clubes de todos los continentes, repartidos en ocho grupos de cuatro, estarán en la brega por el tesoro final: aquel que resulte vencedor llevará a sus arcas 125 millones de dólares, dulce tajada de los mil millones dispuestos para todos en el torneo por comenzar.
Dentro del tinglado hay desavenencias y amargas disputas; el León, equipo tradicional del fútbol mexicano, ha levantado su voz de protesta por la doble moral de los organizadores, es decir, Fifa y sponsors. Se queja por su exclusión pues sus propietarios son los mismos del Pachuca y tal coincidencia está expresamente prohibida en los estatutos, aunque pide echar una mirada a la compra de acciones de empresarios del beisbol de grandes ligas en clubes europeos que estarán en competencia.
Pues, sí. El Mundial de Clubes traspasa las fronteras de las costumbres futboleras e irrumpe en el magno escenario. Rompe barreras, espera calar en el gusto de la afición y los amos del juego se siguen llenando los bolsillos. Qué viva el fútbol, quién lo pone en duda.
Intercontinentales en la memoria
En tiempos de radio, años 60, era una delicia esperar las tardes de transmisiones de los choques Europa-América en la disputa ardiente de las llamadas copas Intercontinentales. Era dirimir la superioridad de alguno de los dos continentes que por entonces se apropiaban del fútbol. Benfica y Eusebio, Estudiantes de la Plata y Carlos Salvador Bilardo, Real Madrid y Alfredo Di Stéfano, Barcelona y Antoni Ramallets, Santos y la magia de Pelé, el Manchester United y George Best, Inter de Milán y su “catenaccio” inventado por Helenio Herrera.
Hoy son evocaciones lejanas de imaginados superhombres, aquellos jugadores de ondas radiales.
No se puede saber si eran mejores de los de hoy ni si solo jugaban por dinero, como los de hoy, pero de lo que sí estamos seguros es de que emocionaron hasta el delirio nuestras ya remotas adolescencia y juventud.