¡Tierra a la vista! 6 refugios de piratas en la costa española

La costa española está repleta de antiguas torres de vigilancia, sobre todo en el Mediterráneo. Muchas datan de la Edad Media, de cuando los hombres de mar y los pueblos pesqueros se veían amenazados por los constantes saqueos de los piratas.
La piratería berberisca, que provenía del norte de África (Argelia, Marruecos, Túnez y Libia), se extendió hasta las aguas del Atlántico y el norte de Europa. Fueron una de nuestras mayores amenazas en esa época, y de ahí surgieron expresiones como la de “no hay moros en la costa”, para avisar de que no hay peligro.
A los berberiscos, además, había que sumarles otros temidos piratas (que actuaban por su cuenta) y corsarios (con licencia de su gobierno) de nacionalidad británica, francesa u holandesa. Algunos de los más temidos fueron Francis Drake, François Le Clerc (Pata de Palo) o Barbarroja, que sembraron el terror en nuestras costas durante décadas. Estos son algunos de los antiguos refugios de piratas que utilizaron para esconderse y preparar sus ataques.
Sa Dragonera, Mallorca


Frente a la costa oeste de Mallorca encontramos una peculiar isla con forma de dragón. Se trata de Sa Dragonera, un parque natural que adquiere su nombre de las leyendas que dicen que este lugar no es un trozo de tierra, sino un dragón dormido. Pero, más allá de sus mitos y de su silueta, lo que llama la atención de esta isla es que, a pesar de su reducido tamaño, cuenta con un completo sistema de atalayas desde donde antiguamente se vigilaba toda la costa.
Según el Consell de Mallorca, estas torres fueron levantadas para protegerse de los fenicios, romanos, griegos, cartagineses y, siglos más tarde, de los piratas. Durante la Edad Media, Sa Dragonera fue utilizada como refugio por estos forajidos del mar y por los contrabandistas. Y tiene toda la lógica, ya que cuenta con recovecos y calas perfectas para ocultarse.
Además, otro de los motivos por los que fue un refugio bastante codiciado tiene que ver con que Sa Dragonera estaba de paso en la ruta marítima de Italia hacia la península ibérica. Después de una larga travesía, los piratas podían acceder a agua dulce en la popular cueva des Moros. En su interior, de hecho, se han llegado a encontrar piezas de cerámica con las que la almacenaban.
Isla de Tabarca, Alicante


Situada frente a la costa alicantina, la isla de Tabarca fue el refugio perfecto para los piratas berberiscos durante la Edad Media, pues desde allí podían atacar a las embarcaciones del Mediterráneo y saquear los pueblos costeros del levante. En el siglo XIV, el Consejo de Elche, de quien dependía entonces la isla, construyó una torre defensiva para poder alertar a la población sobre la presencia de piratas.
Los ataques, no obstante, continuaron. Es por ello que, cuatro siglos más tarde, el rey Carlos III ordenó repoblar Tabarca con pescadores genoveses que fueron liberados de la isla de Tabarka, en Túnez. Para evitar que fueran saqueados y asesinados, la isla se fortificó. De hecho, actualmente aún se pueden ver las antiguas murallas y algunas estructuras defensivas que han sido declaradas Bien de Interés Cultural.
En ella se construyeron viviendas, baterías, galerías subterráneas, cuarteles y hasta un castillo. Uno de los edificios más importantes es la iglesia de San Pedro que, según la leyenda, cuenta con un tesoro oculto bajo su suelo.
Cabo de Palos, Murcia


Cabo de Palos es conocido como el cementerio submarino de la península ibérica. Aunque los pecios más emblemáticos que descansan en sus fondos no tienen que ver con la piratería, sino con la Primera Guerra Mundial. No obstante, debido a su situación, en un saliente sobre el Mediterráneo, este emplazamiento murciano también fue un refugio de piratas en el pasado.
Los altos acantilados y las numerosas calas que salpican la costa fueron propicios para que, tras un batalla o naufragio, los piratas se escondiesen en estas tierras a descansar y a reparar sus naves. Tal y como comenta Turismo de la Región de Murcia, el emblemático faro de cabo de Palos fue levantado sobre una antigua torre vigía del siglo XVI que se utilizaba para alertar de la presencia de piratas y corsarios.
La Isleta del Moro, Almería


Cabo de Gata fue una de las zonas costeras del Mediterráneo que más sufrió los continuos ataques de piratas. Debido a su orografía, repleta de recovecos, calas y naturaleza, fue un buen lugar para ocultarse. Uno de los pueblos que recuerda esta época es La Isleta del Moro, que adquiere el nombre de una pequeña isla aledaña que fue refugio de piratas berberiscos y del caudillo africano Mohamed Arráez, según fuentes del Parque Natural Cabo de Gata.
Hoy, estas historias las podemos conocer siguiendo la Ruta de los Piratas de Cabo de Gata, que comienza en Los Escullos. Son unos 20 kilómetros que se pueden hacer en coche o en barco. Con ella podemos visitar el castillo de San Felipe, La Isleta del Moro, las codiciadas minas de Rodalquilar, el Playazo y la torre de las Alumbres, la fortaleza de San Ramón y Las Negras, donde se levantaron torres vigía.
Para adentrarnos mejor en la época y conocer su historia también podemos asistir al Desembarco pirata, una fiesta que se realiza en la playa de San José en el mes de marzo. En ella se representa la llegada de los piratas a las costas de esta villa marinera en el siglo XVIII.
La Graciosa, Lanzarote


Tal y como cuentan desde Visit La Graciosa, esta pequeña isla situada al norte de Lanzarote, muy cerca de la costa africana, fue durante los siglos XVI y XVIII un refugio de piratas. A ella no solo llegaban los berberiscos, sino también corsarios ingleses, franceses, turcos, argelinos, etc.
Llegaban a ella a través del fondeadero de El Río y, aprovechando que la isla estaba deshabitada, la ocupaban para refugiarse de temporales, preparar sus próximos ataques y arreglar sus embarcaciones. Además, como el agua era un bien escaso, aprovechaban la escala para llenar garrafas con agua del manantial de Famara, en Lanzarote.
La Graciosa era el oasis perfecto para hacer un alto en el camino antes de aventurarse a América.
Islas Cíes, Pontevedra


Del suroeste de España navegamos hacia el norte, más concretamente a Galicia. Allí, en la provincia de Pontevedra, encontramos una de las joyas naturales más preciadas del noroeste de España: las islas Cíes. Como en casos anteriores, este pequeño archipiélago de playas de catálogo fue un popular refugio de piratas durante los siglos XVI y XVII.
Su ubicación, a la entrada de la ría de Vigo, hizo que fuera clave en el comercio marítimo entre Europa del norte y el Mediterráneo. Esto no pasó desapercibido para los piratas, quienes además de cometer numerosos ataques frente a las costas gallegas, utilizaron las islas para observar, reponerse y descansar. De hecho, la batalla de Rande, ocurrida en el siglo XVIII entre la flota anglo-holandesa y la franco-española, atrajo a numerosos piratas que buscaban tesoros entre los pecios hundidos.
Según la documentación publicada por Visita Islas Cíes, algunos de los piratas más famosos y temidos para los gallegos de la época fueron Barbarroja y Francis Drake. Este último fue derrotado en uno de los ataques que hizo en A Coruña por la heroína María Pita.