julio 11, 2025

Un mundo de sospechas – Líder en deportes

Siguiendo de cerca los partidos del Mundial de Clubes, nos invaden la memoria los recuerdos de la Pequeña Copa del Mundo que se jugaba en Caracas a fines de los años 50 y en los albores de los 60. Por entonces venían al país equipos encumbrados en procura de más fama y algún dinero; Existía la posibilidad de mirar en el estadio Olímpico y casi tocar al Real Madrid, Inter de Milán, Boca Juniors, Barcelona, Benfica o Botafogo. Ahora en el Mundial también juegan grandes equipos, solo que lo que está por encima de las demás consideraciones, es lo material. El paisaje del fútbol internacional ha cambiado tremendamente, porque a diferencia de aquellos tiempos, los jugadores actuales son vedettes, muchachos intocables, protegidos por reglamentos arbitrales y por empresarios de clubes que los cuidan de todo mal. Decimos todo esto porque nos parece, después de ver en acción al Real Madrid, al París Saint-Germain, Bayern Munich, Chelsea, Porto, que no son ellos…

Y resaltamos el “no son ellos” porque sentimos que no están yendo al fondo de sus posibilidades, no se dan como podrían, no lo están dando todo de lo que son capaces, y esto por variadas razones. Las temporadas europeas acaban de terminar y el agobio de los futbolistas es evidente; y no solo físico, sino también por las obligaciones contractuales que los llevan a  jugar hasta lo impensado en prejuicio de unas vacaciones más largas. Domina el criterio empresarial en los clubes, y así se mira al jugador. Habría que preguntarse: ¿qué piensan ellos de esto? Hoy, como ayer, manda la plata, pero la diferencia está en esa corriente invisible llamada mística. Hay amor, claro que sí, pero a medias entre la camiseta y el contrato. Y no por estos argumentos vemos un fútbol deficiente, que le adeuda a la gente su categoría; hay escuelas y tradiciones, pero falta entrega, mucha más entrega…

La afición por el fútbol en Estados Unidos aún no es completa y convincente. A las multitudes en algunos estadios y en algunos partidos les falta más apego a las causas por los equipos locales. Se ve en los graderíos gentes de las nacionalidades en juego, pero no así aficionados estadounidenses. Para ellos esta identificación entrañable y delirante tan común en Europa y Suramérica aún les resulta extraña, porque es diferente la vinculación de ellos en cada ciudad a sus equipos de beisbol o baloncesto. Es un tema de raíces, y de tiempo, años, décadas, siglos, tal vez. Por cierto, y valga este apunte que guarda relación con el tema: en tiempos de adicciones que acaban vidas, esta, la del fútbol, con mundiales o sin ellos, no cesa. Se mete en la piel y nos acompaña toda la vida. Qué le vamos a hacer. Nos vemos por ahí.     

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