junio 19, 2025

‘El Jockey’ (2025), crítica | Una de las películas más divisivas del año, a medio camino entre TikTok, el cine de autor y la autodestrucción

Antes de entrar a ver ‘El Jockey’, un par de compañeros de prensa me advirtieron de que era un horror. Según lo que entendí, tenía la fama de película caótica, que sublima la violencia, una exageración visual sin motivo, una búsqueda errática de un personaje que nunca llegamos a comprender, un cruce de géneros descarnado que va a por todas pisando el acelerador continuamente sin preocuparse de si lo que necesita es ponerse continuamente a doscientos kilómetros por hora. Para mi sorpresa, no solo tenían razón, sino que, además, y por las mismas razones, salí fascinado por la libertad creativa sin límites de Luis Ortega.

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Morir y volver a nacer

Nunca has visto una película como ‘El Jockey’. Quizá nunca quieras ver una película como ‘El Jockey’, por otro lado: no pretende darte el argumento mascado, deja partes de la historia para que tú mismo las rellenes pero sin darte pistas al respecto, su estilo visual es aberrante para los amantes del cine más clásico y desde el primer minuto destila un aire de buscada extrañeza y perpetuo vandalismo cinematográfico, entre la comedia absurda, el realismo contemplativo y el drama queer. Yo entré en sus garras sin remedio, pero necesitas estar muy dispuesto a jugar a su juego y pasarle muchos errores para hacerlo.

Desde el principio, Luis Ortega (autor de la muy notable ‘El ángel’) parece dejar la película preparada para encajar a la perfección en cualquier vídeo de TikTok: la imagen principal casi siempre se mantiene en el centro, hierática, pese a los movimientos de cámara que pueda haber por el camino, dejando el resto de información visual como algo accesorio y, al mismo tiempo, seductor y único. No importa lo que ocurra a los lados de los personajes: tan solo el centro, como punto clave de cualquier narrativa. El efecto es chocante, sí, pero, al mismo tiempo, hace imposible apartar la mirada.

Pero de nada serviría un estilo visual propio si el guion contara una historia típica o con la que nos sintiéramos cómodos. ‘El Jockey’ es mil películas en una en una mezcla absolutamente imperfecta y poco homogénea, pero que, al mismo tiempo no quiere aparentar ser otra cosa ni pedir perdón a nadie por el camino. A lo largo de su metraje encontramos comedia, thriller, romance, acción y drama queer, con divisiones muy claras entre sus distintas partes, sin que en ningún momento los giros estilísticos te hagan salir de la cinta: el resultado es un mejunje, pero que forma parte del mismo núcleo narrativo. Es una rareza, pero que demuestra que, si se quiere, hay nuevas maneras de contar historias en unos tiempos donde parece que está todo el pescado vendido.

Al centro (de la imagen) y para adentro

‘El Jockey’ es la respuesta argentina a un cine cada vez más pegado a la mediocridad y en el que el riesgo tan solo se puede ver en películas de bajísimo presupuesto (como esta, por otro lado). Se trata, en el fondo, de una forma de abrir los ojos ante otras maneras de contar visualmente frente al letargo narrativo importado de Estados Unidos. Es una propuesta arriesgada, rompedora y casi suicida, que se dejará a muchos de sus espectadores por el camino… pero, quizá precisamente por eso, es perfecta para los tiempos que corren.

Ursula
Ursula

Ayuda, por supuesto, la fantástica interpretación tanto de Nahuel Pérez Biscayart y nuestra Úrsula Corberó, que firma el que quizá es el mejor papel que ha hecho hasta ahora (sin dejar de lado, eso sí, ninguna de sus señas de identidad). Ambos están acompañados de un reparto perfecto, tan extraño como la película en sí misma, que acompañan los vaivenes de un guion en el que no tienes por qué entender todo lo que pasa, sino, simplemente, dejarte llevar por su carisma, su slapstick (con Buster Keaton como referente obvio) y su pequeño conato de siempre agradecida violencia física.

Hay que agradecer, en pleno 2025, que llegue una película sincera, que en ningún momento pretenda ser más ni menos de lo que es, o que anticipe la reacción del público y de giros para agradarle. ‘El Jockey’ es una fiesta casera en la que no todo va a gustarte, pero sales contento de haber vivido la experiencia. Es rarita, loca, se hace imposible de resumir y no tiene vergüenza de ningún tipo en ser totalmente libre. Porque al final, se vive como un ejercicio que pone en el centro no solo la búsqueda de la libertad de su protagonista, sino también la de un cineasta deseoso de ir más allá de lo que cualquier otro coetáneo se atrevería. Y, aunque solo sea por eso, merece la pena que comprobéis por vosotros mismos si os subís a este caballo sin freno o permanecéis sentados y totalmente hastiados. No creo que haya una opción media.

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